El cadmio (Cd) suele presentarse en forma de polvo, con un color grisáceo. La intoxicación es industrial.
Las principales vías de entrada al organismo humano son la inhalación, en el caso de los trabajadores, y la ingestión en el caso de la población general. Una vez absorbido, tiene una vida media y se almacena en el hígado y los riñones.
Cuando se ingieren alimentos o bebidas con altas concentraciones de cadmio se puede presentar irritación estomacal, náusea, vómito y diarrea, dolor abdominal y muscular, así como salivación.
Los efectos de la intoxicación por inhalación crónica (exposición prolongada a humos o polvos de óxido, sulfuros o estearatos de cadmio) son más graves. En este caso, el cadmio puede provocar enfisema, enfermedad pulmonar obstructiva, fibrosis, neumonitis química aguda y edema pulmonar. Respecto al daño pulmonar, se incrementa con el tiempo y el grado de exposición, y consiste en obstrucción pulmonar, bronquitis crónica, fibrosis progresiva acompañada de daño alveolar que termina en una forma característica de enfisema. Está comprobado el daño que el cadmio provoca en los fumadores y se ha verificado que la concentración de cadmio en pulmón es más elevada en estos individuos.
Las principales alteraciones sistémicas debidas a la absorción de cadmio consisten en daño renal con proteinura, anemia y aumento en la velocidad de sedimentación de los eritrocitos. De estos daños, la proteinuria es el más típico. En etapas avanzadas puede haber un aumento en la excreción de aminácidos, glucosa, calcio y fosfatos en la orina, lo cual puede causar la formación de cálculos renales.
La cantidad de metal necesaria para causar un efecto adverso en una persona expuesta depende de la vía de entrada, las características de la exposición, la forma química que se absorbe y sus propiedades fisicoquímicas. Algunos factores, incluyendo si se es fumador, vía de exposición, uso de equipo de protección y estilo de vida, pueden alterar el riesgo de que se presenten enfermedades por exposición al cadmio.