Cultura

A la hora llevar a cabo la valoración de la capacidad mental del individuo, es necesario tener en cuenta su bagaje cultural y educativo.

En concreto, algunos individuos pueden no estar familiarizados con la información que se utiliza en algunas pruebas de conocimiento general: geografía, política; memoria: fechas de nacimiento en culturas que no celebran los aniversarios; y orientación: la conceptualización del sentido de la localización y lugar es diferente en algunas culturas.

Edad

La edad de inicio de la demencia depende de la etiología, no obstante, generalmente suele afectar al ser humano en una época relativamente tardía de la vida: es excepcional antes de los 50 años, su prevalencia aumenta gradualmente durante las tres décadas siguientes y, en la edad muy avanzada, superior a 85 años, su frecuencia aumenta de forma destacada. Aunque sólo se afecta una pequeña fracción de los ancianos-jóvenes, después de mediados de la década de los 80 años, alrededor de una cuarta parte de los individuos que viven en su hogar experimenta una pérdida mental de moderada a grave.

Así pues, la prevalencia de demencia crece exponencialmente con la edad. En investigaciones que separan la Enfermedad de Alzheimer de la demencia vascular, muestran que la primera se duplica cada 1.5 años, en tanto que en la segunda esto ocurre cada 5.3 años. Este incremento exponencial parece ocurrir por lo menos hasta los 90 años. Es decir, si el crecimiento exponencial continuara, toda persona que viviera lo suficiente tendría algún tipo de demencia (Secretaría de Salud de México).

La proteína beta amiloide (A4) es un componente mayor de las placas seniles. Al investigar el depósito de proteínas A4 en cerebros, Davies y col., 1988, encontraron una tendencia a que este tipo de depósito se incremente con la edad. La prevalencia de A4 aumenta del 19%, en la sexta década de la vida, a 79% en la novena década. Los estudios neuropatológicos sobre cambios neuropatológicos tipo E.A. muestran que en los cerebros de los pacientes muertos después de los 90 años, hay más una declinación que un aumento en los mismos. Lo anterior podría ser interpretado como un indicativo de que los individuos que viven hasta esas edades constituyen una élite menos proclive a padecer E.A. que la mayoría que muere más joven. En líneas generales, es frecuente la impresión de que la incidencia disminuye en la gente muy anciana, en tanto que la prevalencia de la demencia aumenta exponencialmente con la edad, por lo menos hasta los 90 años.

El deterioro cognitivo, definido como una disminución del funcionamiento intelectual con respecto a un nivel previo de intensidad tal que interfiere con la capacidad funcional del individuo, es muy común en casi todas las enfermedades mentales. Sin embargo, dicha alteración del funcionamiento cognitivo del sujeto tiene mayor importancia en aquellos trastornos que se definen sobre todo por la aparición del mismo, como es el caso de la demencia y el deterioro cognitivo leve. Estas enfermedades tienen como criterio diagnóstico fundamental la objetivación de un deterioro cognitivo significativo, en el que la afectación de la memoria tiene un papel predominante.

El concepto de deterioro cognitivo es más amplio, por lo tanto, que el de demencia, y no tiene un carácter categorial, sino dimensional. Actualmente, se cree que el funcionamiento cognitivo sigue un continuum desde la normalidad hasta la demencia avanzada, de manera que entre ambos extremos existirían toda una serie de estadios intermedios, cada uno de los cuales se asociaría a un nivel de funcionalidad. Esta teoría entronca directamente con la hipótesis de la reserva cerebral, que establece que sólo a partir de un determinado nivel de disminución del funcionamiento cerebral podemos objetivar la aparición de un síndrome demencial, aunque el deterioro se habría iniciado antes. En aquellos sujetos con “mayor reserva cerebral”, determinada por factores como la educación, o factores relacionados con hábitos de vida, la enfermedad aparecería más tarde.

En los niños pequeños puede resultar complicado determinar el deterioro significativo de la memoria y de las múltiples habilidades cognoscitivas necesarias para el diagnóstico de demencia. Generalmente, no puede ser realizable el diagnóstico de demencia hasta que el niño es mayor, con frecuencia entre los 4 y 6 años.

En el caso de sujetos menores de 18 años con retraso mental debe realizarse un diagnóstico adicional de demencia sólo si los trastornos no pueden explicarse de forma satisfactoria a través del simple diagnóstico de retraso mental. Concretamente, la diagnosis de retraso mental sólo se puede hacer si la persona es menor de 18 años. Posteriormente a esa edad el diagnóstico de demencia es más apropiado, ya que si hubiera sido retraso mental se hubiera descubierto antes de esa edad. Actualmente, la gran mayoría de trabajos reconocen la relación entre Síndrome de Down (SD) y demencia tipo Alzheimer. Se ha observado que los individuos que superan la edad de 35 años desarrollan en el cerebro el mismo tipo de placas seniles y de nudos neurofibrilares microscópicos anormales que las personas que mueren por la enfermedad de Alzheimer, la forma más frecuente de demencia presenil. Es a partir de estos datos que en los últimos 15 años y sobre todo en los países anglosajones ha surgido un interés creciente por la evaluación neuropsicológica de la persona adulta con el SD que permita establecer con objetividad y cientificidad el inicio de un deterioro. Este deterioro, cognitivo y funcional, podrá ser objetivo de evaluación para diagnosticarse como sintomatología de la demencia tipo Alzheimer. El objetivo último de la evaluación del deterioro neuropsicológico como variable sintomatológica en el diagnóstico médico de la EA en población con SD, es la atención específica a través de programas de intervención que ayuden a aminorar y detener en lo posible el proceso de deterioro iniciado. Atención que pasará, en algunos casos, por la previsión de unidades y/o servicios adaptados a las nuevas necesidades que surjan en este colectivo.

Por lo general, la demencia es poco frecuente en niños y adolescentes, generalmente suele presentarse como resultado de diversas enfermedades médicas tales como lesión cerebral, tumores cerebrales, infecciones por VIH, accidentes vasculares cerebrales y adrenoleucodistrofias. La sintomatología típica de demencia en niños se caracteriza principalmente por un deterioro de la actividad (similar a los adultos) o como un retraso o una desviación del desarrollo significativos. El rendimiento escolar puede verse afectado, llegando a constituir uno de los primeros síntomas de aviso.

Sexo

A grandes rasgos, no parecen existir diferencias en cuanto a la prevalencia de la demencia en función de esta variable. Los resultados son diferentes cuando se investigan tipos específicos de demencias. En este caso las tasas para la E.A. tienden a ser mayores en las mujeres, sucediendo lo contrario en la demencia vascular. En las necropsias no seleccionadas son más frecuentes los cambios alzheimerianos en cerebros de mujeres que de hombres. Las placas seniles tienen mayor prevalencia, así como un incremento definido con relación a la edad de las mujeres. Otros estudios no encuentran diferencias por sexo, en la neuropatología de la E.A. Controlando la edad no hay diferencia por sexo en la frecuencia de placas y ovillos y tampoco en el depósito de proteína amiloide A4.

Los datos de incidencia arrojan datos inconsistentes. Unos señalan diferencias entre los sexos, en tanto que otros muestran mayor incidencia en mujeres y, sólo excepcionalmente, mayor en hombres. Por lo que se refiere a la E. A. se observa que la incidencia tiende a ser superior en las mujeres, sin embargo, otros estudios indican una incidencia similar para ambos sexos.

Región geográfica

Las variaciones geográficas podría ser una variable que puede proporcionar claves importantes para la investigación etiológica de la demencia. Se considera que la E.A. es la más frecuente de las demencias, lo que pudiera no ser así en todas partes del mundo. Esto puede dar claves significativas para la investigación etiológica de las demencias más importantes. Es posible que exista algún factor ambiental, genético o étnico que influye en tales diferencias. La E.A. es más frecuente en Europa Occidental y Norteamérica, en tanto que la demencia vascular predomina en Japón, Rusia y China (Katzman et al. 1994).

Si se comparan diferentes estudios, desde el punto de vista neurológico, se observa que en Estados Unidos aproximadamente las dos terceras partes de las demencias son debidas a la E.A., una sexta parte a demencias vasculares y otra sexta parte se reporta, a partes iguales, entre demencias parkinsonianas, demencias alcohólicas y por otras causas.

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Autor: Profesor G. Gómez-Jarabo
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