Las hormonas esteroides influyen en la conducta sexual, y en la organización del cerebro durante el desarrollo, de los humanos.
En el caso de las mujeres y los primates superiores, a diferencia de otras especies, no hay impedimentos para que se realice el intercambio sexual en cualquier momento del ciclo menstrual. Se ha investigado sobre si la fase del ciclo menstrual influye en el interés sexual de las mujeres, pero no se han encontrado resultados clarificadores, en principio parece que existe poca relación aunque, si se tiene en cuenta que en la convivencia normal de una pareja, los acercamientos no siempre los inicia la mujer. En monos hembra parece, según algunos estudios, que coincide con el ciclo ovárico, es decir, cuando el nivel de estradiol es máximo.
En base a esto, se ha observado (Alexander y cols., 1990) que las mujeres que toman anticonceptivos tienen menos fluctuaciones del deseo sexual, lo que se ha explicado por la secreción anormal de hormonas ováricas.
En cuanto a los andrógenos en la mujer, varios estudios han encontrado que la frecuencia de relaciones sexuales en parejas aumentaba moderadamente cuando había un nivel máximo de testosterona, las mujeres decían haber sentido más satisfacción e incluso un incremento del deseo sexual, pensamientos sexuales y provocación de la actividad (Morris et al., 1987; Alexander y Sherwin, 1993).
Los hombres se parecen mucho a otros mamíferos en su reactividad conductual a la testosterona; en concreto, cuando los niveles de dicha hormona son normales, pueden ser potentes y fértiles, viéndose disminuida dicha capacidad en ausencia de testosterona. Sin embargo, en cierto sentido parece ser que el apetito sexual podría ser independiente de dichas hormonas, éste dato se ha obtenido a partir de una serie de investigaciones con sujetos castrados que informaban seguir mostrando interés por la actividad sexual a pesar de existir una disminución de dicha práctica. En ésta misma línea se ha señalado que la experiencia previa a la castración podría impedir la disminución de la función sexual, aunque éste dato no ha sido confirmado todavía en humanos.
La testosterona no sólo afecta a la actividad sexual, sino que también es afectada por ella, en éste sentido los niveles de testosterona pueden verse incrementados por diversos factores, entre los que cabe destacar, por ejemplo, las exposiciones a imágenes o estímulos de contenido erótico, la anticipación de la actividad sexual, dichos factores parecen estimular la producción de testosterona.
Este aspecto ha sido abordado desde diferentes líneas de investigación, la mayor parte de ellas con animales de otras especies. Partiendo de las conductas sexuales de muchos animales en los que ocasionalmente se observan episodios de actividad sexual con un miembro del mismo sexo, se ha subrayado la aparente exclusividad de la homosexualidad en la especie humana. Pero ¿por qué ocurre sólo en humanos? Varias son las hipótesis que intentan dar una explicación a éste hecho:
Según una serie de investigaciones, se plantea la posibilidad de que los andrógenos prenatales podrían afectar a la conducta social y a la orientación sexual de los humanos. Existe un trastorno conocido como hiperplasia adrenal congénita (HAC) que se caracteriza por la presencia de niveles elevados de andrógenos segregados por las glándulas suprarrenales. Éste síndrome ocasiona una masculinización prenatal de tal manera que en niños éstos niveles elevados de andrógenos parecen no ejercer un efecto significativo, siguiendo un desarrollo normal, no siendo así en el caso de las niñas, que presentan una serie de cambios en sus órganos genitales (clítoris de gran tamaño y labios vaginales parcialmente fusionados).
En un estudio llevado a cabo por Money, Schwartz y Lewis utilizando como muestra un grupo de mujeres jóvenes con antecedentes de HAC se encontró que aproximadamente un 48% de la muestra mostraban una orientación sexual homosexual o bisexual. Otros estudios con resultados similares han llevado ha sugerir la idea de que la exposición de un feto hembra a niveles anormalmente elevados de andrógenos podría afectar a su orientación sexual. Una explicación posible es que éste efecto tiene lugar en el cerebro pero además hay que tener en cuenta que los andrógenos también afectan a los genitales por lo que también se plantea la posible influencia de los cambios genitales en el desarrollo de la orientación sexual de las mujeres, dato que todavía no ha sido confirmado en humanos.
En el otro extremo, se encontrarían aquellos sujetos varones que presentan un síndrome de insensibilidad a los andrógenos cuya característica principal es su desarrollo como mujeres, con genitales externos femeninos y un comportamiento sexual femenino. La conducta social de personas con éste síndrome tiende a ser muy femenina. En las mujeres, éste síndrome parece no afectar a su orientación sexual, desarrollando una vida sexual sin problemas.
Esta falta de masculinización o desfeminización que se observa en las personas genéticamente varones con el síndrome de insensibilidad a los andrógenos sugiere la idea de que quizás éste efecto tenga relación con la acción de la testosterona sobre los receptores de los andrógenos.
Hoy en día se sabe que el cerebro humano es sexualmente dimórfico. Partiendo de ésta premisa, se han llevado a cabo multitud de investigaciones con el propósito de encontrar una explicación a éste hecho y su posible influencia en la orientación sexual tanto de los hombres como de las mujeres.
Por una parte, existe una serie de investigadores que consideran el dimorfismo sexual del cerebro humano como resultado de la exposición diferencial a los andrógenos prenatales y durante el período postnatal temprano. Pero, ¿qué factores intervienen para que exista esa variación en ésta exposición?. Estudios llevados a cabo con animales de laboratorio sugieren la posibilidad de que la homosexualidad humana podría estar relacionada con determinados acontecimientos, entre los que se encuentra el estrés maternal, que podrían interferir en la androgenización prenatal, reduciendo la exposición a andrógenos prenatales. Sin embargo la imposibilidad de manipular los niveles de hormonas antes y después del nacimiento obliga a tomar ésta consideración, por el momento, sólo como mera especulación y no como conclusión.
Por otro lado, varios estudios han encontrado diferencias estructurales del cerebro relacionadas con la orientación sexual del sujeto, en concreto, se observan diferencias en el tamaño de tres subregiones diferentes del cerebro: el núcleo supraquiasmático, un núcleo sexualmente dimórfico del hipotálamo (el tercer núcleo intersticial del hipotálamo anterior o 3-NIHA) y la comisura anterior.
Sobre la base de los resultados obtenidos hasta el momento se plantea la posibilidad de que éstas diferencias puedan ser consecuencia de la orientación sexual de las personas y no su causa.
Algunos estudios realizados con gemelos arrojan resultados que sugieren la posibilidad de que la herencia pueda ser un factor que podría afectar a la orientación sexual tanto de los varones como de las mujeres. Si esto es así, la orientación sexual de una persona dejaría de considerarse como una mera cuestión moral.